La ruptura

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Una vez dije que para los hombres el terminar una relación era sencillo. Hoy no se si será tan así.

Hace unas horas, una de mis amigas sufrió por una ruptura, ha llorado, odiado y se ha vuelto a esperanzar.
Aquellos sentimientos que compartía conmigo mientras trataba de darle algún consuelo o alguna palabra para que estuviera mejor, me hicieron navegar en un mar de recuerdos.

Su tristeza en vez de disminuir, se ha traspasado a mi de alguna forma. Me recordó lo que algunas veces intentamos olvidar. Y aunque en estos momentos estoy en una relación con una persona eso no hace que aquella pena se valla.

La ruptura para nadie es sencillo, ni fácil. Duele. Duele el alma, el corazón, te ahoga, te quebranta.
Pero a pesar de lo mal que nos estamos sintiendo, es curioso la esperanza que tenemos en que esa persona que nos rompió el corazón vuelva. Vuelva y nos diga que lo perdonemos, que aun nos quiere y que desea que aquella relación siga.

¿Pero cuantas veces, aquella fantasía se hace realidad?

Recuerdo que miraba hacia la ventana, aquel día en donde aquella persona fue la primera en romperme el corazón. Miraba hacia la esquina donde se perdía el camino. He imaginaba el como aquel aparecía y me miraba esperándome poder nuevamente conversar conmigo, el arrepentimiento. Aquella palabra grande y también oscura, esperanzadora y perdida.

El arrepentimiento es una ilusión de algo que hicimos mal. De algo que quisiéramos arreglar, pero es imposible. Es algo que el tiempo invento para que nuestra conciencia desee volver a algo que se fue.

Las rupturas no son fáciles, el corazón llora y nuestros ojos no muchas veces pueden hacerlo. Duele, nos quema y nos quita el aliento.

Me pregunto si también ahora que estoy con aquella persona, cuanto faltara para sentir lo mismo. Capaz me adelante a los hechos, pero es el riesgo que uno acepta al decir si a un noviazgo.
Al decir si, a aquella persona. Porque se sabe que nada es para siempre y se sabe que amor es igual a dolor. Porque sin ese dolor, no podríamos apreciar cada sonrisa con la persona especial.

Se que duele, pero decidamos que ya no duela tanto. Aceptemos que a pesar del dolor, los momentos con aquella persona fueron únicos. Fueron felices y se recordaran.

Y capaz cuando se acepte aquel dolor, podamos ver la felicidad tocando nuestras puertas. Porque esa felicidad es esquiva, aunque luchemos por ella, no siempre viene cuando queremos, por eso capaz aceptemos que ella venga por nuestra cuenta y aceptemos que llorar, algunas veces no es tan malo. Nos libera y nos hace volver a sonreír.

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